El tesoro encontrado

 

El tesoro encontrado

 

>Ilustración de Jesús Delgado 

Hemos llegado al final de estas aventuras. Nuestros amigos han descubierto el tesoro, indicado por la piedra de los sabuesos, pero bien escondido. Han guardado el cáliz en el rincón de Leo y se proponen llevarlo al director de la biblioteca, que ya es su amigo. Suben hasta su despacho en el primer piso, con mucho cuidado para no encontrarse con los de mantenimiento.

Manuel tocó en la puerta.

—¡Adelante! —Oímos su voz.

Nada más vernos sonrió y dejó de escribir en el ordenador. Se levantó y vino hacia nosotros. Se le había pasado el susto que le dimos la otra vez.

—¡Mis amigos, Lucía y Manuel y los Guardianes de los Libros! —dijo muy contento—.Pasad, pasad y sentaos.

Yo estiré todos mis huesos y me senté tieso como me había enseñado mi abuela, como un auténtico gato educado. Clarita se había puesto un lazo nuevo e hizo lo mismo.

—Hemos encontrado un tesoro —le dijo Manuel de sopetón.

—¿Un tesoro…? Uhm, uhm…

—Verá, señor —empezó Manuel—. Currita encontró un rollo del hermano cocinero y decía que el hermano sacristán quería que escondiera bien un cáliz y unos objetos valiosos, antes de salir de viaje.

Se quedó pensativo, seguramente dando vueltas a eso del hermano sacristán y el hermano cocinero.

El director de la biblioteca les escucha muy atento y trata de entender todo lo que le cuentan: un tesoro encontrado, un viaje, la fecha de 1932, la historia de la piedra de los sabuesos… Leo cree que le entran mareos como a él cuando le entra el tembleque.

 

Ilustración de Jesús Delgado

Yo pensaba que no nos seguía bien. Eso de la piedra no lo entendía. Entonces Manuel, que se había dado cuenta del lío que se estaba armando el señor, quitó el chándal y sacó el cáliz:

—Es el cáliz que el padre capellán pidió al hermano sacristán que lo escondiera. El sacristán se lo encargó al cocinero, porque se iban de viaje.

Se quedó callado, sin quitar los ojos del cáliz, fijo, fijo.

—¿De dónde habéis sacado esto? —dijo con un gran susto.

—Del tesoro que está escondido.

Nos miramos. El señor estaba muy asombrado, pero aquello seguramente le había dado una pista, porque volvió a sonreír.

—Así que habéis encontrado una carta del padre capellán, en la que dice al hermano sacristán que esconda el cáliz y esa carta tiene la fecha de 1932.

Clarita le cuenta que su familia también se fue de viaje y que su abuela nació en París. A él no le sorprende, pues ha escuchado noticias de ese viaje. Ahora ya está todo claro: Antes de marchar, el padre capellán encargó que se escondiera bien el cáliz y otros objetos valiosos. Por eso han estado bien guardados durante muchos años.

Ilustración de Jesús Delgado

—¡Os felicito! Habéis rescatado un cáliz perdido hace muchos años. Yo había oído hablar de un robo… pero, ya veo que no fue un robo y que lo dejaron muy bien escondido. ¿Cómo me habéis dicho que se llama el lugar del tesoro?

—Está marcado por la piedra de los sabuesos, los Guardianes de la Noche. El abuelo de los sabuesos nos explicó que guarda un tesoro. Por eso lo hemos descubierto —dijo Lucía.

—Sí, y por CAVE CANEM, porque la señal siempre está cuando hay algo que esconder, como el libro de la otra vez o el tesoro —añadió Manuel.

—¿Está CAVE CANEM allí?

—Eso es, en la pared, aunque no se ve muy bien, porque tiene pintura encima. También está en los rollos que hemos encontrado. Por eso sabíamos que íbamos bien, siguiendo las pistas.

El director de la biblioteca está muy contento y les propone ir a llevar el cáliz al capellán actual. Pero antes de hacerlo les sorprende con un nuevo plan:

 

—Me temo que todavía tendréis que investigar un poco más —dijo muy sonriente el director de la biblioteca—. Me decís que es una puerta muy chiquitina que yo no puedo pasar… pues ahí hay otro misterio. ¿Dónde estará la puerta grande por donde pasó el hermano hortelano?

Ahora los asombrados éramos nosotros. Resulta que ese señor ya se hacía preguntas, como nos habíamos hecho nosotros para ir siguiendo las pistas.

—¡Vamos a buscar al padre capellán!

Así terminó aquella aventura en la que habíamos descubierto un tesoro escondido en la casa de mis abuelos. ¡Cuándo se lo cuente a mi abuela…!

Fin

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