La lupa
La lupa
Ilustración de Jesús Delgado
Manuel y Lucía han prometido llevar una lupa para poder ver mejor las señales ocultas que no ven a simple vista en el mapa. Leo y Clarita sí las ven porque los gatos tienen muy buena vista. Están impacientes, sobre todo Clarita. Despierta muy pronto a Leo:
—¡Leo, Leo, despierta! Vamos a buscar a Manuel y a Lucía.
—Es muy pronto, todavía no habrán salido.
—No seas perezoso. Yo ya me he tomado la leche y me he peinado.
Mi hermana debía tener muchas ganas de aventuras, porque es una presumida que se pasa horas y horas peinándose. Aquel día estaba lista la primera. Así que me espabilé, me tome la leche y fuimos a buscarlos. Nos situamos en las mimosas, desde donde veíamos muy bien todo el panorama.
—¡No salen, Leo!
—Es que ya te he dicho que era pronto, Clarita, eres una impaciente.
Pero al cabo de un rato, todos los niños salieron armando un jaleo enorme. En cuanto nos vieron, vinieron disparados hasta donde estábamos.
—¿Habéis traído la lupa? —les pregunté.
Me la enseñaron y yo la olí bien, a ver si me daba alguna pista.
—Leo, no, no hagas eso. No huele a nada.
Leo es más perezoso que Clarita y más dormilón. Él dice muchas veces que su hermana es una presumida y ella le regaña porque no se lava ni se peina. Aquel día Clarita estaba con muchas ganas de ver a Manuel y a Lucía y, sobre todo, con gran curiosidad por ver la lupa. ¿Qué se le ocurre a Leo cuando ve la lupa? Se pone a olerla. Manuel le dice que no lo haga porque no le va a dar ninguna pista. Los gatitos tienen mejor vista y olfato que los niños; en cambio, Manuel y Lucía tienen otras habilidades: saben leer y enseguida descubren las pistas, porque son inteligentes. No pueden seguir el rastro de las tontonas, como dice Leo, pero pueden discurrir y no se arman lío con las palabras.
—Vamos a extender el plano con cuidado. Le podemos poner unas piedras para sujetarlo —sugirió Lucía.
—Así lo leeremos mejor.
Entonces, Manuel sacó la lupa y la fue pasando por el mapa.
—¡Mirad, mirad, lo que se ve con la lupa!
—¿Qué estás viendo, Manuel? —preguntó
Currita impaciente.
—Se ven las palabras CAVE CANEM y hay muchas.
Tienen números romanos y algunos tienen letras.
—¡A ver, déjame ver!
Lucía acercaba el ojo a la lupa y ponía cara de asombro.
—Sí, las imágenes son tan pequeñas que no las habíamos visto hasta ahora. Hay unas como la piedra que encontró Currita en la vaquería.
—¡A ver!
Lucía le dejó la lupa a Clarita para que ella también pudiera ver las imágenes ampliadas. Yo también me acerqué el trasto aquel a mis ojos.
—Nunca había visto unas gafas como esas.
—No son gafas, Leo; es una lupa.
¡Vaya, ya salió la lista de mi hermana!
—Sí, pues, a ver, dime por dónde vamos ahora, listilla.
Se tuvo que callar. Claro que ninguno teníamos la respuesta. En el plano había muchas señales, pero ¿cuál era la siguiente?
—Yo creo —dijo Manuel— que podemos preguntarle al abuelo de Timo y de Currita.
Quizá él sepa algo de la piedra. Podríamos empezar por ahí.
Me entró el TEMBLEQUE
Ya tienen el plan. Manuel propone ir a visitar al abuelo de los sabuesos para preguntarle por la piedra que encontró Currita. Es una buena idea porque el abuelo les va a contar una historia apasionante. La escucharemos también nosotros.
Y ahora te toca a ti:
Hemos visto que con la lupa ven números romanos y algunos tienen letras; ven señales de CAVE CANEM. ¿Qué más ven?