El hallazgo de las joyas escondidas. Cap. 5. La llave de las joyas

El hallazgo de las joyas escondidas. Cap. 5. La llave de las joyas

Audio del cap. 5. La llave de las joyas

Ilustración de Jesús Delgado 

Nuestros amigos han visitado la enfermería buscando la llave de las joyas escondidas. No la han encontrado. Manuel y Lucía llegan a casa de Leo y de Clarita; han deducido algo importante:

—Creo que nos hemos equivocado y que la llave no está en la enfermería. El cocinero no se la llevó allí —dijo Manuel.

—En la enfermería estaba enfermo —añadió Lucía—, pero el cocinero estaría en la cocina y allí escondería la llave.

¡Diantres que tenía razón! Otra vez me daban vueltas las palabras: enfermo, enfermería, cocinero, cocina… De nuevo, el lío. Es que las palabras giran y me ponen la cabeza aturullada. ¿Cómo lo habían sabido? Ya digo yo que son muy listos. Lo averiguan todo.

—Pues vamos a la cocina —propuso Manuel.

—En la cocina tienen muy malas pulgas — les dije—. Me he ganado muchos escobazos. Antes había un señor mayor que me dejaba estar allí y me daba pescado, pero ahora solo están los hombres de negro y esos me echan en cuanto me ven.

—A veces vamos juntos, ¿verdad Leo? —dijo Timo— y conseguimos despistarles, pero otras…

—Es igual, tenemos que intentarlo. En marcha. Vete tú delante, Leo, que te sabes el camino. Manuel estaba decidido a encontrar la llave.

—Tenemos que ir con cuidado —dije— bordearemos la cafetería e iremos en fila hacia la parte de atrás.

¡Claro! Seguramente Manuel y Lucía tienen razón. Han pensado que el pobre cocinero enfermo se tuvo que quedar en la enfermería, pero eso no quiere decir que se llevara allí la llave. Lo más probable es que se quedara en la cocina. A Leo las palabras le dan vueltas en su cabeza: enfermo, enfermería, cocinero, cocina… y se pregunta cómo harán Lucía y Manuel para entender todo.

 Se disponen a ir a la cocina. Leo y Timo van con frecuencia y ya saben que tienen que ir con cuidado, porque los hombres de negro no quieren que estén allí y los echan a escobazos.

Ilustración de Jesús Delgado 

Llegan a la cocina y enseguida ven el cartel CAVE CANEM.

Nos acercamos sin hacer ruido. Todos nos quedamos parados: un letrero de CAVE CANEM muy sucio estaba colocado al lado, en la pared. Seguro que íbamos por el buen camino.

—Vamos dentro.

Nos costó abrirla y nos dimos cuenta de que no se utilizaba desde hacía tiempo. La empujamos con todas nuestras fuerzas y, al final, lo conseguimos. Timo se coló el primero. Nos quedamos asombrados. Era un lugar abandonado con cosas viejas, armarios, una cocina de carbón, cacerolas enormes, un aparador de madera, cajas y más cajas, botellas vacías…

Algo les llama la atención: Una fotografía en un aparador de madera. Enseguida sospechan que son el cocinero y el hortelano:

Lucía se adelantó hasta el aparador de madera. Algo le había llamado la atención. En una repisa había una fotografía: un señor con un gorro de cocinero estaba con otro que llevaba un cesto en un brazo. Con ellos había un perro.

—¡Es el cocinero! —exclamó Lucía muy segura—. Y el otro señor seguro que es el hortelano. Así que esta es la cocina del cocinero.

Miran muy bien todo aquello y en uno de los cajones encuentran lo que están buscando.

Mientras tanto Lucía observaba todo y miraba los cajones del aparador, por si aparecía la llave escondida.

—¡Una caja! Nos acercamos todos. Era una caja vacía de galletas, como una que tiene mi madre. Lucía la abrió y dentro había estampas, recetas de cocina escritas a mano y en el fondo una llave muy grande, vieja y muy fea. Los ojos de Lucía brillaron.

—¡La hemos encontrado, la hemos encontrado! ¡Seguro que es la llave de las joyas!

 

Ilustración de Jesús Delgado 

Con la llave bien agarrada salen de la cocina. Leo se lleva un buen susto porque uno de los hombres lo ha visto y le amenaza con un escobazo. Pero ya sabemos que es muy ágil, así que corre y consigue escapar. Ya han conseguido la llave, pero, ¿por dónde seguirán?, ¿cómo encontrarán las joyas escondidas?

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