La enfermería abandonada

LA ENFERMERÍA ABANDONADA

 

Ilustración de Jesús Delgado 

 Leo y Clarita dan vueltas al misterio que tienen que resolver y no saben qué camino seguir. Confían en que Manuel y Lucía tengan pensado el siguiente paso. Y así es: como el cocinero escribe desde la enfermería han decidido ir allí. No saben dónde está, pero sospechan que puede estar cerca de la habitación que tenía animales disecados y que ya visitaron en otra ocasión. De nuevo tienen que subir por la escalera de caracol:

Llegamos sin encontrarnos con nadie y empezamos a subir. Yo iba por delante, detrás de mí Manuel, Lucía y, cerrando la fila, Clarita. Al principio había un poquito de luz, pero se iba perdiendo a medida que subíamos. Mis ojos nos guiaban e iluminaban nuestras sombras, que se iban haciendo más grandes en la pared.

—Leo, ¿vamos bien?, ¿y si está cerrada la salida?

—Vamos bien, Lucía —dije muy seguro.

Estábamos en medio de la escalera, cuando de pronto algo voló sobre nuestras cabezas y nos quedamos quietos, los cuatro tan juntos que no sabía si Manuel estaba detrás o encima de mí.

—¿Qué ha sido eso?

No había terminado Manuel de hacer esa pregunta cuando, de nuevo, lo que nos había asustado volvió a revolotear sobre nosotros. Echamos a correr escaleras arriba, al mismo tiempo que la luz nos dejó ver lo que era aquello: un pájaro. Nos echamos a reír y nos tranquilizamos.

Entonces, se me ocurrió que el pájaro podía haber entrado por un sitio donde yo iba a cazar ratillas.

Ilustración de Jesús Delgado 

Han seguido una buena pista y por fin llegan a la enfermería. Está abandonada llena de camas viejas de hierro, mesillas y otros trastos. Entre ellos, una vitrina con medicamentos y una aguja. Al verla, a Leo le entra el TEMBLEQUE, porque tiene miedo. Le recuerda la vacuna que le pusieron en una ocasión. Sus amigos le tranquilizan. En un libro de oraciones encuentran una carta:

Ilustración de Jesús Delgado 

Se dan cuenta de que es la misma carta que encontró Currita en la vaquería; un borrador de aquella con una mancha.

Leo y Clarita no saben qué es un borrador y Manuel se lo explica. Tampoco entienden qué es un cáliz:

 

—¿Qué es un cáliz, Manuel? ¿Tú lo sabes?

—Sí, sí lo sabemos, Leo, es una copa del Señor.

Hemos visto una película en la que buscan el cáliz que estaba perdido.

—¿Del Señor Jesús? —preguntó Clarita.

—Sí, de Jesús.

Yo también sé quién es el Señor Jesús, porque está encima de nuestra casa.

—Ya sabemos a quién escribía —añadió Lucía—.Al hermano hortelano.

—¿Eso qué es? —le pregunté.

—Leo, es el que cuida la huerta. La huerta está en el campo. Quizá estaba en el monte, por donde viven los sabuesos y por eso la encontró Currita allí —explicó Manuel. ¡Son muy listos! Ya sabía yo que encontraríamos otra pista

Ilustración de Jesús Delgado 

Han descubierto una carta que se lee muy bien, salvo el borrón del final. Ahora entienden con claridad que el hermano cocinero escribe al hermano hortelano, desde la enfermería, y le pide que esconda el cáliz y otros objetos valiosos que le ha confiado el hermano sacristán antes de salir de viaje. ¡»Guárdalos en el lugar que tú conoces», le dice misteriosamente. ¿Por dónde podrán seguir para encontrar ese lugar?

 

Ahora te toca a ti: ¿Qué harías tú a continuación?

 

 

 

 

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