El hallazgo de las joyas escondidas. Cap. 2. El camino secreto del hortelano. Primera parte

El hallazgo de las joyas escondidas. El camino secreto del hortelano. Primera parte

Ilustración de Jesús Delgado 

Leo y Clarita van a buscar a sus amigos Manuel y Lucía. Los seguidores de CAVE CANEM ya sabéis que van a las colonias de verano de la Universidad de Deusto. Allí los conocieron un día que descubrieron que había niños en su casa, lo que les pareció algo extraordinario. Habitualmente a la Universidad van estudiantes, chicos más mayores, pero a comienzos de verano también van niños como Manuel y Lucía. Leo y Clarita esperan impacientes:

—¡No están! —dijo mi hermana un poco desilusionada.

Entonces me acordé de lo que había explicado Lucía. Se llama la pausa o el recreo. Y lo solté.

—No están porque no es la hora de la pausa.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Lo sé.

Me hice el interesante. ¡Para que mi abuela diga que no me fijo en las palabras!

Leo ha aprendido bien lo que ellos le contaron: salen al recreo o la pausa y es el momento que aprovechan para sus aventuras. En cuanto los ven, Clarita se adelanta y les cuenta:

—Leo se ha caído en un agujero. Ya iba a enfadarme, pero continuó:

 —Y ha descubierto por dónde metió el señor ese el baúl.

—¿De verdad? ¿Habéis averiguado por dónde entró el hortelano? —preguntó Lucía muy asombrada.

—Sí —dije muy satisfecho—. Si queréis vamos a verlo.

Llegan a la antigua casa de los abuelos de Leo y Clarita y se meten por la gatera. Enseguida ven el agujero por donde Leo se ha caído. La linterna del llavero de Manuel les permite ver que el agujero da a un túnel muy grande.

—Nos tenemos que meter, vamos. Yo vi que no les gustaba mucho aquella idea, pero si queríamos descubrir adónde iba, teníamos que entrar. Había barro, claro, y otra vez mis patas se ensuciaron. Avanzábamos poco a poco.

—Esto es un túnel y es muy espacioso —dijo Manuel con seguridad—. El hortelano pudo pasar por aquí. Tendremos que ver hasta dónde llega.

Comienzan a recorrerlo y pronto se dan cuenta de que muy cerca pasa un río.

—Es agua, debe de haber un río por aquí. Manuel tenía razón. De pronto el túnel por el que íbamos se unió a otro más grande. Nos encontramos con el río.

— ¡Pero si tiene una casita! —exclamó Lucía.

El río estaba cubierto con un techo y llevaba mucha agua. Al lado de su cauce iba un camino.

 —Es un río subterráneo. Seguro que va a parar a la ría que debe de estar cerca —comentó Manuel.

Leo no sabe qué es una ría, a pesar de que está al lado de la Universidad como le explica Manuel. Ya sabemos que se arma bastante lío con las palabras y empiezan a dar vueltas en su cabeza: río, ría. Lucía se lo explica muy bien:

—La ría es un río que va hacía el mar —explicó Lucía— y el mar también viene un poquito por la ría.

Avanzan por el sendero al lado del río hasta que ven una cascada y el camino se acaba. ¿Dónde estarán? Enseguida Leo cae en la cuenta de que están en el monte, cerca de la casa de los sabuesos.

Ilustración de Jesús Delgado

Me di cuenta de que estábamos en el monte. Me oriento muy bien con mis bigotes, claro. Pero es que escuché unos ladridos no muy lejanos.

 —Debemos de estar cerca de la casa de Currita —añadió Clara.

Aquello no me gustó tanto porque me acordé del abuelo rabioso y de sus gruñidos. No me gustaba verlos en la piedra, pero mucho menos ladrando y gruñendo de verdad. —¡Ya está! ¡Este es el camino que siguió el hortelano! —gritó Manuel, muy contento; con el ruido del agua no se oía nada bien.

¡Serán listos! Ya digo yo que son patosos y no saben cazar ni subirse a un árbol, pero descubren todo.

El próximo día veremos qué sorpresa les aguarda.

 

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