Compartiendo el disfrute. Platero y yo. El tío de las vistas. XLIX

 

Compartiendo el disfrute. Platero y yo. El tío de las vistas. XLIX

El tío de las vistas, de Martín Lagares. Moguer

Un espectáculo atractivo ha llegado al pueblo: El tío de las vistas. Podemos imaginar al hombre de feria con un aparato que, a modo de linterna mágica, ofrece imágenes de lugares y personas famosas: el puerto de Barcelona, el de la Habana o el general Prim. Cuesta una “perra”, es decir, diez céntimos de peseta y, a cambio del dinero, los pequeños podrán ver las vistas. La escena parecería ingenua, pero el poeta se ha detenido en los niños sin dinero a los que se niega el acceso al espectáculo. Una vez más nos hace ver la otra cara de la realidad, porque “la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero”.

 

XLIX

EL TIO DE LAS VISTAS

De pronto, sin matices, rompe el silencio de la calle el seco redoble de un tamborcillo. Luego, una voz cascada tiembla un pregón jadeoso y largo. Se oyen carreras, calle abajo… Los chiquillos gritan: ¡El tío de las vistas! ¡Las vistas! ¡Las vistas!

En la esquina, una pequeña caja verde con cuatro banderitas rosas, espera sobre su catrecillo, la lente al sol. El viejo toca y toca el tambor. Un grupo de chiquillos sin dinero, las manos en el bolsillo o a la espalda, rodean, mudos, la cajita. A poco, llega otro corriendo, con su perra en la palma de la mano. Se adelanta, pone sus ojos en la lente…

—¡Ahooora se verá…  al General Prim…  en su caballo blancoooo…! —dice el viejo forastero con fastidio, y toca el tambor.

—¡El puerto… de Barcelonaaa…! —Y más redoble.

Otros niños van llegando con su perra lista, y la adelantan al punto al viejo, mirándolo absortos, dispuestos a comprar su fantasía. El viejo dice:

—¡Ahooora se verá… el castillo de la Habanaaa! —Y toca el tambor…

Platero, que se ha ido con la niña y el perro de enfrente a ver las vistas, mete su cabezota por entre las de los niños, por jugar. El viejo, con un súbito buen humor, le dice: ¡Venga tu perra!

Y los niños sin dinero se ríen todos sin ganas, mirando al viejo con una humilde solicitud aduladora…

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