Compartiendo el disfrute. Platero y yo. Mariposas blancas II

 

Compartiendo el disfrute

Platero y yo. Mariposas blancas II

Ilustración de Elisa Amann para el cuento Platero y las palabras olvidadas

 

Una vez presentado el personaje central de la obra, Platero, en el capítulo I, el autor nos invita a liberar nuestra mirada cotidiana, a abrirnos a la realidad de un modo espiritual y a contemplar la belleza. Ya sabemos que tendrá la doble cara, como las orejas de Platero, de alegría y de pena. En Mariposas blancas, II, nos sugiere privilegiar una actitud estética dispuesta a disfrutar del alimento ideal, a no pasar de largo sin ver nada, a entrar en el mundo del arte abierto al infinito.

Hago mío este anhelo del poeta deseando que esta mirada estética sea la que nos permita gozar de las obras que compartimos, que nos impulse a recrear esa realidad invisible que podemos descubrir, sin pagar tributos, cuando tenemos ojos para ella. Iremos viendo cómo esta realidad nos abre a una dimensión ética, siempre vinculada a la estética.

II

MARIPOSAS BLANCAS

La noche cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes perduran tras la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de campanillas, de fragancia de hierba, de canciones, de cansancio y de anhelo. De pronto, un hombre oscuro, con una gorra y un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del cigarro, baja a nosotros de una casucha miserable, perdida entre sacas de carbón. Platero se amedrenta.         

—¿Va argo?

—Vea usted… Mariposas blancas…

El hombre quiere clavar su pincho de hierro en el seroncillo, y no lo evito. Abro la alforja y él no ve nada. Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin pagar su tributo a los Consumos…

 

 

 

 

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