UN SUSTO MORROCOTUDO
UN SUSTO MORROCOTUDO
Audio: cap. 6, primera parte
Ilustración de Jesús Delgado
La historia que ha contado el abuelo de los sabuesos ha dejado intrigados a nuestros amigos. Seguro que recordáis esta frase: «Esa piedra guarda un secreto». Deciden que van a buscarla por toda la universidad. Clarita no se puede dormir y cuando Leo vuelve tras hacer la ronda, se acerca a su rincón:
—Leo, no me puedo dormir, enséñame el
mapa.
—Pero ¿para qué quieres ver el mapa?
—Yo sé leer y puedo descubrir pistas como Manuel y Lucía.
Se lo enseñé de muy mala gana. Siempre se está pavoneando: ¡Yo sé leer, yo sé leer…! Bueno, yo también sé algo y no me importa porque, como dice mi madre, tengo un buen hocico. Por eso, cuando no le oye mi abuela, me llama Picolino. Cuando nací, ella quería llamarme así, pero mi abuela puso el grito en el cielo y dijo que me llamaría Leonardo, que es un nombre mucho más elegante.
—Leo, ¿dónde estará la piedra de los sabuesos?
—Ya sé dónde está —le contesté—, cerca de la escalera de caracol.
Ahora el que presumía era yo, para eso soy el hermano mayor.
—¿Cómo lo sabes?
—Pues porque he visto una habitación que tiene muchas piedras con dibujos y seguro que es una de esas.
—¿Vamos a verla?
Al día siguiente, cuando se encuentran con Lucía y Manuel, Leo presume y les cuenta que él ya sabe dónde está la piedra. Despliegan el plano con la intención de encontrar la habitación que Leo recuerda cerca de la escalera de caracol. Allí pasaron mucho miedo en otra aventura.
Salen del escondite de Leo y empiezan a subir al primer piso. Tienen que ir con cuidado porque los gatos no pueden estar merodeando en esa zona, a esas horas.
Con mucho cuidado subimos las escaleras que están encima de nuestra casa. No había mucha gente por allí, así que no nos pasó nada.
—Y ¿ahora, por dónde, Leo? —preguntó Manuel.
Ahí me puse yo en cabeza y crucé el pasillo como un rayo, por si acaso. Ellos me siguieron y entramos en un lugar que tenía muy poquita luz.
—Tenemos que seguir hasta el fondo —les dije—. Seguidme.
A Lucía y a Clarita les empezó a dar miedo porque estaba muy oscuro y solo una pequeña lucecita roja iluminaba aquel lugar. No había nadie.
—Todo se mueve —dijo Clarita.
—No seas tonta, Clarita —le contesté—, ¿no ves que es la luz roja que hace sombras?
Íbamos en fila, pegados a la pared cuando, de pronto, Lucía se asustó:
—¡Uy, mirad!
Al oírla, Clarita que iba más muerta de miedo que otra cosa, dio un salto y se puso encima de mi cabeza, moviendo la cola con tanta rapidez que no me dejaba ver nada. Lucía se colocó detrás de Manuel, sujetándolo con todas sus fuerzas. Las luces hacían sombras en la pared y parecía que se nos iba a venir todo encima.
—¿Qué es eso? —preguntó Manuel, con la voz un poco asustada.
—¿No lo veis? Bichos que se mueven. Están ahí—. La voz de Lucía delataba su miedo. Clarita no se movía de mi cabeza y yo ya no veía nada, ni las sombras. Me estaba entrando el TEMBLEQUE.
En esas estábamos, los cuatro juntos temblando, cuando de pronto oímos unos pasos y se encendió una luz al fondo.
Ilustración de Jesús Delgado
Gracias a esa luz, se tranquilizan. Los «bichos» resultan ser imágenes en unas columnas. Han llegado a una iglesia, como reconoce Manuel muy seguro. Ahí van a encontrar una pista importante, pero la dejaremos para el próximo día.
Ahora te toca a ti:
Este lugar existe en la Universidad de Deusto. Es una capilla muy bonita y te voy a enseñar una foto para que la veas. Observarás que el dibujo del cuento la refleja muy bien.
Fotografía de la capilla …. Universidad de Deusto
¿Cómo se conoce esa capilla de la Universidad de Deusto?
Te doy una pista: los arcos que tiene son de medio punto. Eso es lo característico de un estilo de arte que da nombre a la capilla.