El misterio del cisne negro. Rara avis. Cap. 11. Un enigma para descifrar

El misterio del cisne negro. Rara avis. Cap. 11. Un enigma para descifrar

Ilustración de Jesús Delgado

La llegada del verano retrasó la aparición de esta entrada del blog. Volvemos ahora con nuestros amigos para acompañarles en el momento final, muy cerca del tesoro escondido.

Los dejamos pensativos con el enigma planteado en la última nota encontrada.

DICEN QUE EL CISNE CUANDO MUERE CANTA

¿A qué se referirá? No lo saben, pero están dispuestos a descubrirlo. Les queda por visitar la iglesia de San Vicente. Ya han recorrido todas las demás que están en el plano. Hacia allí se dirigen con Lucía, la hermana de Javier.

Javier hace de guía, porque en esa iglesia le han bautizado y lo primero es conducir a los demás al lugar donde está la pila bautismal. Pablo observa allí una puerta medio camuflada y no dudan en meterse

La puerta tenía una manilla de hierro muy antigua. Javier lo intentó y, en un primer momento, no se movió nada. Optó por empujarla con todas sus fuerzas y la puerta cedió. No se veía nada, más que el inicio de un corredor oscuro.

—La linterna, Pablo.

El haz de luz les iluminó el primer tramo de lo que bien podía ser un pasillo.

Aunque todos querían ir por el corredor oscuro, sensatamente se dividen; unos se quedan fuera vigilando, mientras que Pablo, Javier, María y Gabriele se meten por el pasillo oscuro. Enseguida caen en la cuenta de que quizá sea el camino al cementerio, ya que todas las iglesias lo tenían al lado. Un escalofrío recorre su piel, las sombras de las linternas hacen más inquietante el espacio. Por fin llegan a una puerta de hierro en la que hay una inscripción:

“Esta es al fin la entrada obligatoria que conduce al infierno o a la gloria».

Un portillo en el techo de aquel corredor y unas escaleras les devuelven rápidamente a la nave de la iglesia. ¡Qué susto!

No han encontrado nada pero la experiencia ha sido excitante. Vuelven a la entrada principal para recorrer despacio el otro lado del templo. Allí les espera la sorpresa:

Al darse la vuelta para seguir el recorrido, Javier lo vio. Se quedó clavado mirando un relieve en la pared que mostraba un cisne blanco, con el cuello caído, en la pared al lado de la puerta de entrada. Una placa acompañaba a la imagen:

“Aquí reposan los restos mortales del idílico cantor del País Vasco, feligrés que fue de esta parroquia Don Antonio María de Trueba y de la Quintana”.

Y debajo, unos versos. El primero lo reconocieron inmediatamente:

«Dicen que el cisne cuando muere, canta;

y hoy tanto de mortal mi dolor tiene

que acaso es la del cisne mi garganta».

—¡Eh, venid, aquí está el cisne! Lo hemos encontrado.

La llamada de Javier les agrupó inmediatamente delante de la lápida de Antonio Trueba. Las caras de emoción se dejaban ver en todos ellos: Habían encontrado al cisne muerto.

Fotografía. Iglesia de San Vicente. Bilbao

¿Conoces quién fue Antonio Trueba? En los Jardines de Albia, en Bilbao, al lado de la iglesia de San Vicente hay una escultura en su recuerdo.

Obra de Mariano Benlliure, 1895

¡Qué cerquita están nuestros amigos del hallazgo final!

 

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